“Compartir la comida sugiere un acto de protección y cuidado, de generosidad e intimidad”
Nigel Slater
“Toast”: valorar que alguien se preocupe por hacerte pan tostado.
“Toast” (Gran Bretaña, S.J. Clarkson, 2010) debería posicionarse como el estándar de calidad de las biografías fílmicas “decentes”.
Escoltada por el estilo cuasi documentalista y perfeccionista de la BBC, esta película nos cuenta la historia de Nigel (Freddie Highmore), un pequeño niño que tiene por sueño la pesadilla de los otros infantes de su edad: poder comer algo que no salga de una lata.
Gracias al miedo inverosímil de su tímida madre por la cocina, Nigel crece sin el contacto vital con los sabores naturales y sin un entorno amigable para su desarrollo. Con un padre que no sabe cómo tratarle o motivar; el chico es un manojo de miedos y prejuicios que le mantienen permanentemente sumido en el monótono planeta de los adultos.
Con esta premisa, podemos ser testigos, por poco más de una hora y media, de la fatalista y desalentadora vida de uno de los cocineros más famosos de la televisión europea.
Mi interés por escribir sobre este metraje es el de aplaudir la intención de contar cómo llegó a la cima; la película evidentemente no es el, ya desgastado, retrato decadente de un personaje pintoresco, es algo más; el viaje entero, es una experiencia que se nota distinta, personal.
Los momentos en los que la película cae en la presunción y en los que podemos sentirla remilgada son contados; en general, se desarrolla con franqueza ante un chico que explotaba al pensar en cualquier ingrediente, ante su amor por la cocina (una materia que para él representaba aceptación y con la que podía llegar al corazón infeliz y atribulado de su padre) y, por supuesto, ante el poco o nulo apoyo que tuvo en algo que en casi nada se parecía a un hogar.
Es así, que esta historia es valiosa por su fuerza vital, disfrazada de platillo casero y transmitida hasta nosotros para que entendamos que la gente que queremos a veces nos cree poca cosa por desafiar sus estándares personales alarmistas sobre la vida misma.
Para que nos acerquemos a la visión de un padre de familia viudo que no comprende cómo debe sacar a su hijo adelante, pues lidia con la pena de perder a su esposa y con el enorme peso de mostrarse fuerte y decidido ante su pequeño y, creo yo, para que entendamos un poco a Nigel, a ese infante mentalmente castrado y limitado que se debate entre el deber ser y el querer hacer todo el tiempo y que sufre de la furia y culpa de su tutor; mismas que se ven materializadas en un inentendible odio hacia su hijo, que solo hace que lo responsabilice todo el tiempo por lo que sucede en los alrededores de sus vidas.
Sin el asidero que representaba su madre (pues mediaba las cosas entre Nigel y su padre), Nigel se nos muestra como un personaje verdaderamente doloroso, como una masa incompleta, que necesitaba un oído urgente que escuchara sus conflictos internos y que pudiera ayudarle a entender aspectos específicos de su vida (como el mismo amor a la comida o su homosexualidad).
De esta forma, el personaje de “Toast” rompe el molde de niño genio y se centra más en una figura que se percata de la relación de sus prójimos con la comida.
En el apartado de la actuación; debo admitir que vemos en la madrastra de Nigel (quien llega para quedarse en su vida tras la trágica y traumática muerte de su madre) una interpretación comprometida que cumple con lo indicado de parte de la maravillosa Helena Bonham Carter; que se encarga de darle pelea a Nigel en la engorrosa carrera por la aprobación y atención de su procreador.
Reprimido y cansado por perseguir un sueño que todos quieren matar, Nigel se ve liberado.
Finalmente, por la súbita muerte de su progenitor, que le deja solo con su insoportable madrastra y que le permite hacer las maletas, llenas de decepciones en todas sus relaciones, atestadas de méritos y muerte y perfumadas con la fragancia de la esperanza.
Con un cameo del verdadero Nigel, el metraje termina asegurándonos que todo va a salir bien y que la vida, a pesar de su injusticia y su dureza, sigue siendo una rueda de la fortuna, que nos mantiene en constante cambio y nos reta a ser resilientes en nuestras aventuras.
Sin ser una epístola biográfica extraordinariamente vigorosa digna de una ovación de pie, el trabajo cinematográfico que es “Toast” (Gran Bretaña, S.J. Clarkson, 2010) cumple con su cometido.
Transmitir los datos duros y el sentir de un hombre que lo dio absolutamente todo por seguir cocinando y que, a pesar de que los vientos fueron tenaces; nunca dejó de hacer todo lo posible por recordar esa receta inconclusa que su madre le heredó y que tanto se parece a nuestras vidas: masas amorfas que nos alientan a construir el futuro.
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