Hablar de Steven Spielberg es hablar de cine.
“Tiburón” (Jaws, 1975), “Encuentros Cercanos Del Tercer Tipo” (Close Encounters Of The Third Kind, 1977), la saga de “Indiana Jones”, “E.T. El Extraterrestre” (E.T. The Extra Terrestrial, 1982) o “Parque Jurásico” (Jurassic Park, 1993) son apenas algunos ejemplos de la visión de un director que vive su imaginación.
Sin embargo, más allá de estos tremendos títulos, Spielberg también ha llevado a la pantalla relatos que más que sucesos de taquilla, son el reflejo de un espíritu sensible que ha encontrado en la ficción el medio perfecto para expresar aquellos temas que lo inspiran y conmueven. La guerra ha sido uno de ellos.
En este tono, hoy quisiera hablarles de “El Imperio Del Sol” (Empire of the Sun, 1987).
Con un elenco que en su mayoría crecerían para convertirse en íconos cinematográficos, “El Imperio Del Sol” narra la historia de Jamie Graham (Christian Bale), un niño inglés de familia adinerada viviendo en Shangai en la época de la Segunda Guerra Mundial.
Jamie vive en una burbuja de privilegio obsesionado con los aviones y los pilotos japoneses, donde lo cruel de la vida más allá de su realidad, no tiene cabida.
Tras el ataque japonés a Pearl Harbour, aquello que veía como un juego, llega de tajo a su presente como una despiadada realidad.
Tratando de escapar de la ocupación japonesa en la ciudad, Jamie es separado de sus padres en medio del caos y la multitud, dejándolo en la indefensión total. Así, sin otro destino posible, se vuelve prisionero de guerra en un campo de prisioneros japonés.
Ahora Jamie, debe aprender a sobrevivir y a ganarse lo que antes era lo cotidiano: un lugar para dormir; una lata de comida; un juguete o el respeto de quienes tiene cómo líderes a su alrededor; con lo que descubrirá en el camino, el brillo de su propia resiliencia y fuerza.
En “El Imperio Del Sol”, Jamie crece, pero hay algo bonito en su corazón que sobrevive en él y gracias a eso, sobrevive en nosotros. Nos salva.
Y a pesar de que el final de la historia es, si es posible decirlo, feliz, no puedo dejar de sentir nostalgia cada vez que veo esta cinta de este maravilloso director que, aunque se las recomiendo con creces, solo escuchar el tema principal, me pone los ojos de lluvia.
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Marysol Jasso es una adicta a la ficción. Desde pequeña, siempre ha encontrado en el cine y la televisión universos deliciosos para complementar su realidad. No fue mucha sorpresa que haya decidido estudiar de manera profesional cine y guión para seguir viviendo, por gusto y profesión, llena de conflicto, drama y giros inesperados.