El acartonado encanto de la burguesía y sus devenires, y el contraste que resulta dramático ante épocas de cambios profundos, se expresa mediante la hermosura y profundidad de un amplio jardín, símbolo exacto y paradisíaco de una casta social apartada del mundo y sojuzgada por un poder que avanzara con creces hacia derribar su estructura.
Y jóvenes castos, elegantes, puros y ajenos a un entramado absolutista y selectivo, que los encontrara inmersos en uno de los más profundos dramas humanos del siglo XX.
El paralelismo que logra Vittorio de Sica a través de la conducción del film mostrando la vida de dos familias que se debaten entre sus devenires y estructuras a punto de colapsar, sin centralizarse en reflejar la oscura decadencia social, y apelando a las miradas y silencios profundos, logra generar un trabajo de excelencia, construyendo personajes con vida y voz propia, y estando a la altura de la obra literaria que lleva el nombre del film, escrita por el multipremiado Giorgio Bassani.
La historia relata en los finales de los años treinta en Italia, la vida de una de las familias más influyentes de la localidad de Ferrara: ricos, aristocráticos y judíos, y el ingreso a la misma de Giorgio, un judío de clase media que se enamora de Micol.
Entre mezcla de juegos sentimentales y manipulaciones, el Fascismo aprueba las leyes que afectarán de modo drástico a la acaudalada familia.
El film de modo inteligente orienta estructuralmente, con aires de la melancolía que generan los amores de verano, al adentrarse hacia la psiquis de los jóvenes protagonistas, y como el curso vital de los mismos comienza a cambiar de modo sostenido, a través del absolutismo político y el panorama de guerra.
Los Finzi-Contini, confinados en su propio mundo, representan la muestra de la negación, del aferrarse a los esquemas conocidos y continuar en su devenir de lujos y placeres, sin detenerse siquiera a meditar la situación escabrosa que en su periferia se comenzaba a construir, jugando juegos sociales que no están dispuestos a resignar, intentando por todos los medios no concientizar los avatares reales de su tierra y de su gente.
El gran director Italiano se expresa con un alegato más, fuerte y criterioso, hegemonizando un film atractivo dentro de la obra general de uno de los más grandes referentes del Neo Realismo Italiano.
Musicalizada de maravillas por Manuel De Sica y Bill Conti, y con destacada dirección de fotografía, lograda por Ennio Guarnieri, generando rasgos potentes en imágenes y manifiestos, con un elenco más que interesante, integrando a Dominique Sanda, Lino Capolicchio, Helmut Berger, Romolo Valli y Fabio Testi en sus roles principales, esta obra, Premio Oscar a la Mejor Película Extranjera de 1971, es un preludio al desastre que sobrevendría de muerte y dictaduras, una un fresco político y social frente a los recuerdos de los privilegios de antaño y las normas asfixiantes del ahora.
La hermandad pasajera y el amor, pese al miedo reinante, pese a toda avería emocional, queda de plano manifestado y reduciendo al infierno de modo endémico, exponiendo los avatares de un grupo de jóvenes, ante las decisiones más severas.
La última media hora de metraje, es de antología.
Sutileza y crudeza, en un paralelo justo y necesario, ante el esquema de interpretar tanto dolor. Y el ojo del gran maestro italiano, versionando su visión del fascismo irracional.
Como en aquella “Ladrones De Bicicletas». Demostrando siempre con excelencia su sentir hacia las problemáticas humanas más profundas y límites.
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Crítico cinematográfico especializado en Cine Argentino.