Sin dudas lo conocido como idealismo o convicciones profundas, son los sentimientos que nos rescatan en los momentos límites y que demuestran al prójimo aquello conocido como hidalguía y valor por luchar por convicciones honestas y verdaderas.
Todo el criterio de sentido lógico y luchador posee este trabajo, que muestra como librepensadores a través de una férrea amistad, esas que poseen valores morales y dignidad explicita, intentan plantarse ante el poder económico que siempre pretende mediante su mezquindad explicita, devorar todo aquello que pertenece al legado histórico de una nación y sus habitantes.
Esta producción Uruguaya – Española – Argentina, cuenta la historia de la compra de una histórica locomotora perteneciente al país vecino por parte de un productor Hollywoodense. Aunque la noticia es motivo de orgullo para muchos Uruguayos, la misma no es bien recibida por los veteranos miembros de la Asociación de Amigos del Riel. Decididos a boicotear el traslado de la locomotora a los Estados Unidos, tres amigos deciden hacer justicia con su patrimonio, embarcandose en una singular aventura. En clave de western, este film rescata el concepto tan bastardeado denominado solidaridad. Podremos encontrar como de forma mancomunada, gran parte de un pueblo comprende consignas y desde su unidad, se procede a torcer el brazo de los inescrupulosos, mostrando con simpleza el desarrollo y la capacidad que posee aquella palabra cuando se pone en práctica.
Con desarrollo casi de fábula moral, siguiendo una narrativa honesta y prolija, conteniendo criticas al poder policial que se eclipsan de inmediato con la historia y el devenir de tres mosqueteros Latinoamericanos dispuestos, casi de un modo romántico y lírico, a defender un patrimonio territorial, cueste lo que cueste.
Una historia prolijamente descrita por la habilidad de Beda Docampo Feijoo, quien posee una sensibilidad superlativa a la hora de ingeniar personajes, va acompasada por la sorprendente labor del director Uruguayo Diego Arsuaga, quien inyecta la pócima justa y equilibrada para delinear y marcar esquemas a los actores, y de una fotografía de majestuosidad generada por el eterno Hans Burmann,retratando imágenes cuasi perfectas de Tacuarembo, lugar maravilloso del país hermano.
Un perfecto trio conduce el relato con la fuerza real de una estructura mecánica. Federico Luppi, Hector Alterio y Pepe Soriano, eminencias del séptimo arte mundial, nos regalan lo entrañable y simbólico, el amor real y frecuencias de diálogos que no poseen desperdicio alguno. Estos titanes no solo agigantan la obra si no que movilizan mediante sus improntas siempre estoicas y de oficio.
Y la «33». Símbolo único del amor ferroviario hacia una maquinaria que cuenta con vida, que traslada historia a cada movimiento por las trochas de la vida misma, siendo referencia de la libertad, de aquellas sensaciones tan placenteras que genera el viajar en tren. Amalgamar criterios conjuntos de libertad, honestidad intelectual y moral y solidaridad, no es tarea sencilla en estos tiempos en los cuales esos criterios son anacronismos, y casi se encuentran en desuso.
Tres viejitos hermosos pondrán de manifiesto cuestiones de profundidad que serán bálsamo real hacia nuestro interior.
De pensar que la lucha aún no está perdida.
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Crítico cinematográfico especializado en Cine Argentino.