Tiburón (Jaws) es una de esas películas que, si eres amante del cine, simplemente tienes que ver.
Con una de las premisas más simples y directas que existen (hombre vs bestia), Jaws sigue siendo hoy, cuarenta y cinco años después de su estreno, un icónico film de terror que no ha perdido ni una pizca de efectividad con el tiempo.
Es más, me atrevería a decir que es más aterrador que muchos de los films de terror que han pasado sin pena ni gloria por la cartelera local en los últimos meses.
Y es que este film tiene algo que ninguno de esos otros films tiene: a Steven Spielberg; quien increíblemente solo había dirigido un solo largometraje antes de esta monstruosa -nunca más apropiado este adjetivo- película.
De hecho, Spielberg no había siquiera cumplido los treinta años cuando Jaws se estrenó. Suficiente como para hacerlo sentir mal a uno, ¿verdad? Nada, el éxito ocurre en momentos distintos para cada persona mi estimado lector, no os rindáis. Y definitivamente no dejéis de leer, tampoco.
Siempre he pensado que lo más importante de una película es la historia.
Sin una buena historia ni los mejores efectos, ni los mejores actores, ni los mejores elementos de producción harán que tu película sea buena (sino pregúntenle al director de Cats). Pero siento que Jaws de cierta forma desafía esta creencia mía.
Su historia, después de todo, es bastante simple; pero claro, existe belleza -y efectividad- en esa simplicidad.
¿Qué, pues, podría ser más entretenido que ver a tres carismáticos personajes enfrentarse a un verdadero monstruo marino que mide entre cinco y seis metros de longitud, pesa aproximadamente mil cien kilogramos, y tiene unos afilados dientes que atravesaría tu piel con la misma facilidad con la que tú mascas un trozo de pescado fresco?
Todo parece indicar que será un caluroso y auspicioso verano en Amity Island, apacible pueblo famoso por sus playas. Esto es, claro, hasta que un enorme tiburón blanco comienza a acechar las orillas del mar y hace de sus habitantes su almuerzo.
Aunque reacio ante la idea de cerrar la playa -y por defecto dar por cancelada la temporada de verano-, el alcalde de esta tranquila localidad no tiene más alternativa que hacer justamente eso, debido a la irrefutable evidencia de la existencia de este nuevo “huésped” marino y el inminente peligro que representa para todo aquel que ose sumergirse en lo que ha delimitado como su nuevo territorio.
Matt Hooper, un biólogo marino que llegó por petición del jefe de policía Martin Brody, indica que ahora que el tiburón en cuestión ha probado carne humana, este simplemente no se irá mientras siga habiendo gente que ingrese a las playas, sugiriendo como posible solución la prohibición del ingreso a dichas playas indefinidamente.
Siendo Amity Island un pueblo que depende de los ingresos generados durante la temporada de verano, sin embargo, esta no es una opción viable y es rechazada categóricamente por el alcalde; por lo que la única solución restante es tan obvia como intimidante: matar a la bestia.
La monumental tarea recae en el cazatiburones profesional Quint, quien junto al biólogo marino y amante de los tiburones Matt Hooper, y al prudente jefe de policía Martin Brody, conforman el peculiar trío que unirá sus fuerzas para enfrentar una amenaza que, por más que sea muchas veces invisible al ojo humano, es tan real como las tres réplicas de tiburones que se fabricaron para la filmación de esta película.
Tomemos un momento para apreciar esto último.
El famoso CGI (imágenes generadas por computadora) no existía en 1975. Lo que significa que todo, absolutamente todo lo que ves en Jaws es real, lo cual de por sí es un logro considerable.
Pero quizá el principal logro de la película -y de Spielberg- fue comprender que lo que no se veía debía dar tanto miedo como lo que sí.
En vez de mostrar al dientudo amigo a cada rato, lo que hace la película es sembrar la sensación real de miedo en el espectador, jugando con sus emociones, dilatando la tensión, y manteniéndolo en un estado de alerta permanente.
Es esta dinámica la que hace que los momentos en los que sí aparece el tiburón sean verdaderamente brutales. Lo más probable es que ninguna de las personas que lea esto sea víctima de un ataque de tiburón (¡lo cual es bueno!), así que ver la película es lo más cercano que podremos estar de sentir el pánico absoluto que uno de estos ataques provocaría, y vaya que nos hace experimentarlo.
La bestia marina de por sí ya es intimidante, por su colosal tamaño y peso; pero lo que la hace realmente aterradora son sus movimientos bruscos y violentos, su innegable supremacía en el mar, y su determinación y voracidad al seleccionar y acabar con su presa.
Todas estas características son plasmadas de forma brillante por Spielberg, quien jugando con distintos planos y ángulos, crea algunas de las secuencias más emocionantes (¡y realistas!) de ataques animales que se han visto en el cine.
En el año 1975, tras el estreno de esta película, hubo una significativa reducción del número de bañistas en las playas de Estados Unidos.
Esto puede sonar exagerado y hasta gracioso ahora, pero créeme que después de ver la película verás que esta reacción fue totalmente entendible.
Apropiadamente, la palabra jaws significa mandíbulas en castellano, y vaya que esta película aún muerde.
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Bailarín, escritor, profesor de inglés, intérprete consecutivo a tiempo parcial y cinéfilo a tiempo completo.