Crítica de la película francesa «Azúcar Y Estrellas» de 2023. Originalmente titulada “À La Belle Étoile”, está dirigida por Sébastien Tulard.
«Azúcar Y Estrellas» narra la historia de Yazid Ichemrahen (interpretado por Just Riadh) un joven con un pasado familiar turbulento y una gran ambición de convertirse en el mejor repostero/chocolatero de Francia.
Para lograr esto necesita hacerse de una reputación, conseguir un patrocinador y participar en el mundial de repostería. La gran desventaja para el joven Yazid es que su situación social y económica está repleta de problemas. ¿Podrá el joven pastelero superar su situación y ascender a la élite de la repostería del mundo?
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Es claro desde sus primeros minutos que la cinta es sobre lo que se conoce como un «underdog».
Yazid vive en una especie de casa hogar/escuela para jóvenes «problema», adolescentes en situaciones precarias que no cuentan con el apoyo de sus padres/tutores. Esto no quiere decir que el joven no cuente con familia, a lo largo de la película vemos flashbacks dándonos contexto del porqué Yazid está viviendo su vida de la forma en la que lo hace en el presente.
Un elemento en el que la película definitivamente hace mucho hincapié es la pasión que Yazid tiene por la repostería. Desde muy temprana edad y a pesar de sus limitaciones, el niño Yazid cocina postres para sus familiares, buscando traer un poco de dulzura a momentos tan amargos.
El ADN de «Azúcar Y Estrellas» (Sugar And Stars, en inglés) es expuesto en una secuencia en la que Manu, el mejor amigo de Yazid, habla sobre lo mucho que admira la franquicia ‘Rocky’. En especial la secuencia de “Rocky II” (1979) en la que una Adrien post-parto le pide dramáticamente a Rocky Balboa que gane contra Apollo Creed.
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Similar a la reciente «Gran Turismo» (2023), «Azúcar Y Estrellas» es una cinta sobre gente que supera expectativas de manera categórica. En ocasiones el joven Yazid cae, pero eventualmente se da cuenta de que tiene que volver a levantarse.
La película no deja que su personaje principal tenga una vida plena y fácil. En múltiples ocasiones podemos ver como la vida lo pone en una gran desventaja a comparación a sus competidores. A pesar de que no es una experiencia llena de sorpresas, creo que el director Sébastien Tulard junto con un elenco bastante sólido logra construir una película bastante competente, una experiencia «feel-good» para toda la familia.
En lo personal a mí me atraen las experiencias más fuertes, que te sacuden, o al menos que estén llenas de personalidad. No quiero decir que la película carezca por completo de personalidad, sí que la tiene, en varias ocasiones para meternos en el estado mental de Yazid Ichemrahen vemos un cambio de iluminación bastante interesante que separa al joven repostero de sus alrededores para que solo queden él, los postres que prepara, y nosotros, la audiencia.
Los detalles de los chocolates pueden hacer salivar al que sea, filmados en una forma que me trae a la mente los viejos comerciales de Ferrero Rocher. Muy similar a videos de «food-porn» que podríamos encontrar en varios lados de internet. Mucho de la película está filmada en planos más cerrados que creo sirven para adentrarnos al mundo de Yazid y dejarnos experimentar las situaciones más íntimas que vive.
La cámara también se mueve en múltiples ocasiones de forma muy interesante. Por ejemplo el uso de «tracking shots» que sirven para seguir al personaje en un «gimbal» para darnos la sensación de que estamos con Yazid en sus momentos más turbulentos.
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Lamentablemente, la cinta no cuenta con personajes o situaciones memorables para hacer que destaque sobre otras obras que siguen la estructura que «Azúcar Y Estrellas» (À La Belle Étoile, 2023) tiene.
Se siente una reverencia hacia los sucesos reales que está adaptando, y eso le impide explorar a sus sujetos de formas más interesantes que lo que terminan haciendo, convirtiendo la historia de Yazid Ichemrahen en solo «un ejemplo inspirador de vida».
En ocasiones siento que la película busca comerse su postre muy rápido, creando y cerrando conflictos que no se sienten orgánicos, y las secuencias de competencia carecen de una tensión palpable debido a personajes secundarios que no se sienten como una amenaza, escritos solo con el propósito de ser obstáculos y no gente con emociones o pensamientos propios.
Nunca he sido fan de lo «vainilla», y es irónico que una película sobre un chocolatero no esté dispuesta a darnos a probar sabores más interesantes.
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