¿Qué sucede cuando juntas a cuatro de los actores más carismáticos, entrañables y respetados de Hollywood, al director de uno de los videos musicales más icónicos de la historia (Vogue, de Madonna) y a la historia de un asesino en serie con complejo de mesías? “Se7en”. Eso es lo que ocurre.
Este thriller de 1995 es una de las películas más uniformes que he visto. Los tres actos están perfectamente calibrados, sin que esto signifique que no haya sorpresas en el camino.
De hecho, los giros argumentales son parte de lo que mantienen fresca a Se7en, y hacen que su visionado sea siempre entretenido. Pero vamos en orden (tal como lo hace el asesino de la película).
Se7en empieza de forma bastante cruda y agresiva, con una secuencia de créditos brillantemente editada que desde un inicio pone al espectador en alerta, mostrándole imágenes espeluznantes y sombrías intercaladas frenéticamente una tras otra.
Cabe destacar que esta forma de presentación de los créditos está presente en varias otras películas de David Fincher, un toque bastante elegante en mi opinión; es así que en Se7en, en lugar de la típica sucesión de créditos, -que muchas personas terminan salteando-, Fincher, de arranque, nos sumerge en el oscuro mundo de los homicidios y exitosamente establece el mood de la película.
Cuando una película tiene un inicio tan ambicioso y espectacular, siempre existe la posibilidad de que lo que venga después no esté a la altura. Afortunadamente, este no es el caso de Se7en.
Películas sobre detectives hay muchas, pero hay algo en la química que tienen Morgan Freeman (como el veterano detective de homicidios a punto de retirarse William R. Somerset) y Brad Pitt (como el recién transferido detective de homicidios David Mills) que tiene un efecto hipnotizante.
Una dinámica que fácilmente pudo resultar acartonada y simple, se torna envolvente y multidimensional gracias a la buena construcción de personajes que logra el guionista Andrew Kevin Walker (también responsable por el guión de Sleepy Hollow, de Tim Burton).
Somerset es pausado, observador, y tiene una sensibilidad y una empatía que lo diferencian del resto de detectives.
Mills, por otro lado, es avezado, impulsivo y tiene una rebeldía innata.
En la última semana antes de su retiro Somerset conoce a Mills, y es claro desde un inicio que este par no iba a ir por rosquillas y cerveza al término de su primera ronda.
Y es que las personalidades de estos dos detectives son tan diferentes y opuestas que si no hubiera sido por el caso que les tocó llevar juntos (y la oportuna intervención de Tracy, la esposa de Mills, interpretada por Gwyneth Paltrow), es probable que nunca más se hubieran visto las caras después de su primer encuentro.
El caso que se les encomienda es el de un asesino en serie que elige a sus víctimas en base al pecado capital que han cometido. Original, ¿verdad?
El asesino va más allá, sin embargo, y personaliza el asesinato de acuerdo al pecado. A alguien que ha cometido gula, por ejemplo, lo obliga a ingerir inmensas cantidades de comida hasta que su estómago colapsa.
Cada asesinato es más sórdido que el anterior, y por más que Somerset y Mills parecen estar a punto de dar con el asesino, esté siempre encuentra la forma de estar un paso más adelante que ellos.
En este punto tengo que destacar al que completa el cuadrado perfecto que es el reparto de esta película, Kevin Spacey, quien ofrece una de sus más escalofriantes interpretaciones como el asesino con aires de mesías cuya razón para matar es…
Bueno, tienes que ver la película para averiguarlo.
Basta con decir que Spacey personifica de manera perfecta al sociópata, dotándolo no de gestos exagerados ni acciones bruscas, ni tampoco de un temperamento iracundo, sino más bien todo lo contrario.
El asesino interpretado por Spacey es sosegado, analítico, y, sobre todo, paciente; y es justamente su imperturbable calma lo que lo hace mil veces más aterrorizador y memorable.
Podría seguir enumerando y desmenuzando los aciertos de esta película, la dirección magistral de Fincher siendo uno de ellos, pero creo que lo que he dicho hasta ahora basta para animar a cualquiera a verla así que termino diciendo lo siguiente: Se7en es un thriller que nunca pierde ritmo ni intensidad; más bien logra mantener al espectador en un estado de tensión permanente durante sus dos horas de duración, y deja lo mejor (o peor, mejor dicho) para el final.
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Bailarín, escritor, profesor de inglés, intérprete consecutivo a tiempo parcial y cinéfilo a tiempo completo.
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