“Me decía: siéntate en tu silla de ruedas, juega con tus muñecas Barbie, déjame hablar y no interrumpas”
Gypsy Rose Blanchard
En esta ocasión, tocó el turno de observar: “Te Amo Hasta La Muerte” (EEUU, Alex Kalymnios, 2019). Película que quiso ser una denuncia y terminó en cuento de hadas.
“Te Amo Hasta La Muerte” (Love You To Death) es una denuncia contundente y directa al abuso infantil en Norteamérica y sus nexos con el afamado síndrome de Munchausen; Las personas que lo sufren, simulan que uno de los integrantes de su entorno inmediato presenta síntomas que requieren de asistencia médica recurrente, por lo regular, se presenta en padres que “enferman” a sus hijos.
Este padecimiento encontró su nombre en la excéntrica y mitomaniaca figura de Karl Friedrich Hieronymus Freiherr Von Münchhausen, más conocido como el Barón de Münchhausen; este peculiar personaje, nacido en Alemania en 1720, inspiró la antología épica de Rudolf Raspe y Gottfried Bürger, que ataviaban de exageraciones las ya descabelladas aventuras de este militar en 1786.
Pero no nos compliquemos con terminología interminable; mejor, hablemos de la historia real en la que se basa la película: las peripecias y desventuras de una jovencita “gravemente enferma” (Esme en términos de la película, Gypsy Blanchard en la vida real, interpretada por Emily Skeggs); y el asesinato de una madre sobreprotectora y “abnegada”, que termina siendo la verdadera paciente de la historia (el nombre del personaje es Camile, una representación de la difunta Dee Dee Blanchard, madre de Gypsy; en esta ocasión en la piel de Marcia Gay Harden).
La historia de “Te Amo Hasta La Muerte” (Love You To Death) la hemos escuchado al menos una vez en algún blog de internet sobre casos turbios de la vida real:
Una madre que enferma a su hija hasta el punto en el que la mentira es tan grande que involucra a organizaciones no gubernamentales; instituciones médicas; vecinos; amigos y familiares; ¿no les suena? Bueno, esto puede deberse a que las cosas que sucedieron entre estas dos mujeres representan uno de los ejemplos más graves y alarmantes del síndrome de Münchhausen.
Camile (usaré los nombres que les asigna el metraje) ha demostrado, durante los años de vida de Esme, que su hija no es apta para vivir “como los demás” pues tiene que usar una silla especial para moverse; unos lentes enormes; un tubo de alimentación extenuante; una gorra; y vendas en el pecho que le hacen parecer más joven y la cabeza afeitada, para que todo caiga en lo obvio y la gente se ahorre las preguntas incómodas.
Pero resulta que esto es toda una mentira, una urdimbre de pensamientos maquiavélicos generados por la mente enferma de Camile que le permiten seguir viviendo “en paz”.
Gracias a su padecimiento con tintes mitómanos, a que no soporta que su hija tenga contacto con el exterior y sus habitantes; a su máscara hipócrita ante el mundo; sus miedos (al futuro, a la soledad; a perder a su hija, quien funge como su medio de vida, pues gana dinero del Estado por su aparente condición) y a su comportamiento pasivo-agresivo.
Camile se ha ganado un lugar en el salón de la fama de villanos contemporáneos; pues no solo lastimó a su hija (quien actualmente cumple una condena de 10 años en prisión por declararse culpable de homicidio en segundo grado), sino que, además, conmocionó a una nación, cosa que crea una empatía generalizada; un sentimiento resentido de odio que catapulta a una figura como Esme al epicentro de un sismo de amor ciego.
El problema con “Te Amo Hasta La Muerte” (Love You To Death) en particular, no son sólo las actuaciones, que me dejan con un sabor incompleto; pues creo que fueron buenas elecciones en un guion que se desvió por completo a perdonar a Esme.
Evidentemente, se cree que ella participó de la muerte de su madre, junto con su novio, mismo al que conoció por internet, que en el filme funciona como balanza moral que le enseña a Esme que está viviendo en una situación no solo atípica sino dañina y que queda muy bien parado ante el público, cuando las cosas fueron distintas
Alejar a Esme lo más posible de la escena del crimen, únicamente para no dejar duda alguna de su inocencia. Este detalle, hizo que la película pasara de una dramatización con matices periodísticos y policiacos; eso sí, con una duración relativamente corta que se agradece, a un producto esperanzadoramente innecesario, que muta en sus últimos minutos y finaliza como una especie de romance juvenil que nadie pidió y que pretende dejar una moraleja fastidiosa a los espectadores.
De esta manera, “Te Amo Hasta La Muerte” queda mal parada.
Y aunque es delicada al mencionar algunos de los elementos más relevantes del suceso real (selección que, evidentemente, no fue la más adecuada), pierde la esencia imperfecta de la humanidad misma en el papel que Esme desarrolló en todo esto.
Así, una película que prometía cambiar el estereotipo de la heroína juvenil contando todo desde el punto de la agresora, abruptamente reviró el camino y cayó en lo convencional; dejándonos claro que Esme sigue luchando, sin rastro de pasividad, desde la cárcel; que su madre mató su curiosidad; su libertad; su identidad; y que cortó su vida por la mitad.
Que ella fue orillada; nunca fue cómplice; que fue víctima y objeto de la felicidad de una tirana egoísta y manipuladora que la hizo dependiente de ella; y que estaba hambrienta de aprobación y reconocimiento y que sus disfraces pretendían ayudarle a afrontar su realidad.
Estamos, entonces, frente a una película que quiere adeptos perezosos; pues, para mí es claro que no quisieron mostrar a una chica frente al mundo burocrático; los vacíos legales; la policía y los medios; sino a una mártir.
No nos dejaron decidir, no expusieron; explicaron cada punto de la vida en común entre Esme y Camile, hecho que castra a la audiencia, con un pensamiento único e irrevocable.
El intento no es malo, el problema es que se quiera cambiar la opinión pública con un final tan moralino, tan tedioso y famélico.
Esto no es un retrato, no es un esfuerzo por mostrar la verdad; es la imposición de la ideología de una parte de la sociedad.
En conclusión, tuve miedo, al terminar esta película, pues temo que esto sea una tendencia en el cine actual; una alternativa para el declive de la investigación a profundidad de los hechos que permitan una correcta aseveración de la realidad y no una fanfarronada.
Creo que estamos ante un ejemplo del nuevo cine de las disculpas y las apologías, que no permiten, en ningún sentido, el desarrollo de pensamiento crítico alguno.
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