Bien dice el dicho que pueblo chico, infierno grande; es decir, que, a pesar de la aparente tranquilidad de las zonas rurales, los problemas nunca faltan y en muchas veces, hasta violan la intimidad de las personas. Por otro lado, la conveniencia a sido una aliada para que muchos problemas escalen a gran magnitud y pequeños casos se vuelven todo un dolor de cabeza.
En 1938, Marcel Pagnol presenta una de las comedias francesas que cobraría mayor éxito en el extranjero “La Mujer Del Panadero” (La Femme du boulanger, 1938).
La película sigue a Aimable (Ramiu) y a su esposa Aurélie (Ginette Leclerc), una pareja de panaderos que llegan a un pueblo sureño para reabrir la abandonada panadería; sin embargo, al conocer a un apuesto joven, Aurélie huye de su casa, por lo que su esposo cae en depresión y decide no volver a trabajar hasta que su cónyuge regrese; por lo que los pueblerinos harán todo lo posible para volver a tener pan.
Durante toda la película “La Mujer Del Panadero” encontramos muchos factores por lo que la mujer optó por dejar a su marido: diferencia de edades; incomprensión; monotonía del día a día; o concepciones especiales de la belleza y estética.
Nuestro protagonista desde un inicio, lo tenemos como un hombre difícil de entender, su ateísmo mezclado con un dosificado humor negro hace muy tentativa todas las ideas antes mencionadas para que se produzca la huida de su esposa.
Cuando Aurélie conoce al joven pastor, existe una química de atracción a primera vista; pero también una válvula de escape para cambiar de “aires” y consumar aquellos cabos sueltos que les impiden satisfacer una necesidad muy íntima.
Por el otro lado, tenemos en el pueblo a gente muy convenenciera, que se debate entre la racionalidad y su instinto de individualidad; optando por este último en un intento desesperado por prevenir una crisis alimenticia en la zona.
Aquí cabe formular algunas preguntas ¿Por qué no contrataron un nuevo panadero?, ¿Acaso decidieron también ayudar a Aimable por lastima?
Sea cual sea los matices de la actitud del pueblo, tenemos al final de “La Mujer Del Panadero” (La Femme du boulanger, 1938) una historia donde si bien los amantes cumplieron su necesidad, tienen en mente el daño que causaron accidentalmente.
“Hemos pecado”, expresa muy arrepentido el pastor, mientras la esposa es torturada psicológicamente para regresar a casa mostrando los claroscuros de las segundas oportunidades maritales.
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