Cinta basada en el caso real de un asesino serial de prostitutas de la ciudad de Mar del Plata, en Argentina.
“La Plegaria Del Vidente” (2012) es un thriller de Gonzalo Calzada. Trepidante ante las pupilas, de esta manera: infestada de llamas, colmada de llanto y sollozos. Elementos que nos permiten observar la evolución que este filme representa para el cine policíaco en latinoamérica.
Una triada de personalidades un tanto estereotípicas se encargan de tratar de resolver una serie de asesinatos perpetrados por el afamado criminal apodado por la prensa como “El loco de la ruta”.
Este personaje se encuentra inspirado en un asesino real que azotó al gremio de prostitutas de Mar del Plata, Argentina, entre 1996 y 1999.
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En el apartado de personajes encontramos a: un periodista desgarbado y rebelde, comprometido con la verdad hasta la médula. Un comisario de policía que está materializado con maestría en la piel de Gustavo Garzón, pero que cae, a ratos, en la obviedad con su tormentoso pasado.
Su alcoholismo clásico de detective con la cantimplora en la chaqueta y un vidente acomplejado, con señas de oráculo griego, nos acopla al apartado sobrenatural. Este queda ciego tras arrancarse él mismo los ojos, por temor a sus visiones sobre el futuro.
“La Plegaria Del Vidente” es valiosa por su capacidad osada de mostrarnos la medida adecuada de violencia. Mezclada con la burocracia latina y la ligereza de las autoridades ante la muerte de las integrantes de un sector poblacional tan olvidado como estigmatizado.
Así como es valiente y propositivo, el largometraje también se impone crítico ante los gobiernos sudamericanos (que, atascados de conductas viles, se encuentran personificados en “El Alemán”, un tirano burócrata). Ante la poca movilidad de los mandatarios y su interés en la politiquería antes que en la justicia o la seguridad de su pueblo.
Estamos frente a una película que es consciente y que tiene un excelente motivo para hablar de la podredumbre en el poder: las fechas de elecciones, momentos convulsos para cualquier nación.
Es un metraje teñido de referencias a la plegaria de Santa Teresa de Jesús. Sumergido en un ambiente asfixiante de tratos turbios y rebosante de acoso periodístico de parte de las autoridades que crea un ambiente bélico entre la policía, que prefiere generar “perfiles de sospechosos” para atrapar a cualquier ladrón de medio pelo.
Y los periodistas, que están entre el amarillismo y las políticas anti alarmistas de secrecía que llevan las instituciones públicas.
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Es imperativo recalcar que los comunicadores temen por sus vidas y prefieren no “ensuciarse las manos” con temas escabrosos. Lo anterior podemos notarlo en el momento en el que el periodista decide tomar una buena foto en vez de auxiliar a una mujer que está siendo violentada por un bravucón.
Esta existencia se asemeja al fuego. Ese fenómeno que todo lo consume y que deja al comisario Bilbao tan mal parado en los minutos finales. El culmen de Bilbao es lo que me orilla a pensar esta película como una bomba. Como un baile entre la justicia y el bien común con una estructura decente que termina burlándose de sus propios clichés.
La película me sorprendió como escalón fílmico argentino. Con todas sus muertes por la justicia, los nombres y las reputaciones manchadas, el carácter azaroso de la vida y los “inventos para los débiles”.
Me ayuda a terminar este texto sobre “La Plegaria Del Vidente” con mi diálogo predilecto: “Por más que se tape la mierda, el olor siempre llega”.
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