«Esta película está basada íntegramente en hechos de la vida real y todos sus personajes son auténticos». Son las palabras que en la voz de Ernesto Alonso nos introduce a una de las obras maestras mexicanas que no se toca el corazón, pero a la vez se muestra sensible para mostrar a los espectadores, lo que representa los efectos de la marginación.
Con “Los Olvidados” (1950), Luis Buñuel regresaba a las «grandes ligas» del séptimo arte.
No había hecho una película tan ambiciosa desde 1933, cuando rodó “Las Hurdes, Tierras Sin Pan”‘, su único cortometraje documental, que muestra la extrema pobreza de una comunidad española. Recordemos que después de este proyecto, el director atravesó por una fuerte crisis, en la que se vio obligado a dirigir pocas películas que no estaban al nivel sus primeros trabajos.
“Los Olvidados”, presenta a personajes sin endulzantes ni romanticismos.
El guión que coescribió con Luis Alcoriza, es una ruptura con toda una estructura de idealización de la pobreza; incluso Pedro de Urdimalas, quien ayudó a Luis Buñuel a introducir frases propias del mexicano en el guion, exigió retirar su nombre de los créditos por considerar el film como una ofensa para el país.
Curiosamente, después esta película, se trató de seguir la misma ruta narrativa, pero sin mucho éxito, como por ejemplo, el caso de “El papelerito”(1951).
Pedro (Alfonso Mejía), un niño inocente, víctima de su entorno, tiene la desgracia de hacer amistad con El Jaibo (Roberto Cobo), un adolescente prófugo de la correccional, quien asesina al hombre que lo había denunciado tiempo atrás.
El crimen, marca significativamente a Pedro y a toda la comunidad, lo que provoca que El Jaibo esté muy pendiente de los movimientos de su «amigo», pues es el único que conoce la verdad.
Luis Buñuel, haciendo buena mancuerna con Gabriel Figueroa, uno de los más grande directores de fotografía de la historia; nos mete a un entorno desgarrador como era en aquellos años 50’s. Tenemos rostros desangelados, que solo buscan sobrevivir en esos ambientes tan miserables, donde el hambre es su compañera de facto, o incluso los vicios de una sociedad tan corrompida como la pedofilia.
El final de “Los Olvidados” es el más cruel y devastador de la filmografía de Luis Buñuel y del cine mexicano.
En esa lamentable escena, basada en un hecho real, en medio de la basura, se pierden todas las esperanzas e ilusiones. Un desgarrador cierre donde se le arrebata la vida a un muchacho con deseo de superarse, de ser un niño bueno, de sentir quizás por vez primera, el calor de su madre.
“Los Olvidados” (1950) es impactantemente perfecta, y perturbadora.
Sin duda es la mejor producción fílmica que se ha hecho en la historia de nuestro país. Una ruptura bien ejecutada y necesario con los moldes de la época de oro, que expuso una demanda que traspasa las fronteras y los tiempos.
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