Aprisionada en una herencia burocrática parida en la época de las conquistas latinoamericanas.
Este largometraje argentino, «El Patrón: Radiografía De Un Crimen» (2013), de Sebastián Schindel, nos remite al sumiso caminar de Hermógenes “Santiago” Saldívar, un hombre analfabeto que se mantiene cautivo ante los deseos inescrupulosos de Latuada, su patrón, un hombre corrupto; déspota y nefasto que posee algunas carnicerías locales en Buenos Aires.
Este relato sobre un delito de sangre, mantiene un vigor bastante bueno durante sus 99 minutos de duración. «El Patrón: Radiografía De Un Crimen» (2013) utiliza con sabiduría y sutileza dos líneas temporales: la primera, que involucra a Santiago (Joaquín Furriel) antes del clímax, aprendiendo el negocio fraudulento de la carne pestilente y maquillada; y la otra, más legal, con un abogado defensor en búsqueda de justicia, tratando de llegar hasta las últimas consecuencias de sus descubrimientos.
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Tras las rejas, Santiago espera la resolución de un homicidio calificado, cometido por sus manos en contra de Latuada (Luis Ziembrowski); en un convulso episodio de violencia, Santiago extingue la vida de un cretino, induciendo al espectador, en un estado ético conflictivo.
La cinta de Sebastián Schindel mantiene el detalle en los cortes de la carne (una actividad gélida que requiere de una cantidad importante de fortaleza física) en los procesos para triturar y fragmentar los cadáveres de las reses; que penden de cadenas eslabonadas con garfios entre sus pliegues.
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Con la misma certeza de oficio, «El Patrón: Radiografía De Un Crimen» (2015) explica el despotismo de un tipo enfermo; que explota deliberadamente a nuestro protagonista y da motivos de sobra para comprender su desenlace.
Con un entendimiento reducido sobre las situaciones que acontecen a su alrededor, Santiago pulula en un ambiente de atenimiento entre las actitudes de sus empleadores que, en el caso específico de Latuada, vive del cobro de piso rapaz y la corrupción impresa en el pago de mordidas a las correspondientes autoridades sanitarias.
Santiago es destrozado, progresivamente, por la incomprensión e ineptitud gubernamentales y, claro está, por una faena que juega con el bienestar de la clientela; y utiliza trucos de chistera para colocar los productos cárnicos en mal estado entre las mujeres incautas; que van a una especie de “confesionario” con un carnicero “simpático”.
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«El Patrón: Radiografía De Un Crimen» es, no retrato cliché, pero sí retablo fiel; una suerte de espejo latino, en el que se refleja la rapidez con la que el Estado quiere terminar con un caso; aniquilando, de esta manera, la justicia y la veracidad solicitadas por el acusado.
Valioso es difundir estas historias, pero lo es más filmarlas desde la imparcialidad cuasiperiódica semificcional; que permite el diálogo directo con las pruebas y los hechos vivientes; protagonizados por personas de carne y hueso que albergaron los escollos de la marea en sus entrañas; planos a detalle de la carne, tomas identitarias del rostro de Santiago y un delito que acumulaba semanas de abusos; son estos elementos de una película latina de crimen digna.
Sin pompa o trompetas, la muerte producida en este metraje es muy orgánica, natural, con transparencia; el cuchillo se desliza entre las vísceras de Latuada, recortando una historia de hartazgo y odio; la primera puñalada es espontánea, sale desde las fantasías más retorcidas de Santiago, con una seguridad espeluznante.
Y así, con un jurista preocupado por una segunda reclusión para Santiago; pues considera que el trabajo con el patrón ya había funcionado como cárcel; la película termina por cautivar; desde la miseria y la inamovilidad de la pobreza.
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