La Eternidad Y Un Día – Reseña

La Eternidad Y Un Día – Reseña

Los avatares existenciales siempre resultaron puntales fundamentales en la búsqueda de conocer quiénes y cómo somos, los porqués de las cosas, las ambigüedades y contradicciones que enmarcamos en nuestro devenir a través de la vida misma.

No existe mayor misterio en la vida que el de la muerte. Enfrentarse con ella es un acto que todos debemos abordar tarde o temprano. El fin de ciclo nos quitara lo que un día fuimos y nos impedirá ser lo que ya nunca podremos ser.

“La Eternidad Y Un Día” (1998) nos mostrara sin concesiones los miedos, las frustraciones, la complejidad interior y el paliativo necesario para que todo se simplifique. O se convierta en un nuevo laberinto colmado de intenciones y derrotas.

Theo Angelopoulos, el encumbrado e inteligente director Griego, lleva esta obra a los límites de la reflexión humana, con su eximia forma de narrativa visual. Ganadora de la Palma de Oro de Cannes en 1998, su historia, fuerte en conceptos humanos, se encuentra dentro de los mejores trabajos del realizador.

La historia se centra en Alexandre, un escritor enfermo al que le queda poco tiempo de vida, quien conoce por casualidad a un niño refugiado albano con quien establece una relación de amistad muy singular. El espacio y el tiempo se determinan con sutileza y maestría en el film, punto de consideración estructural, mostrado con excelencia. El pasado forma parte del presente, y el ayer es el presente. Con un movimiento de cámara, el cineasta es capaz de pasar de un siglo a otro con naturalidad, sin que ello parezca abrupto, formando una cadencia especial y sumamente reflexiva.

La poesía pura ronda secuencias fotográficas únicas. La lentitud de las formas expresivas de sus protagonistas, conducen giros de amplia humanidad. Un poeta comprador de palabras, un niño en un exilio forzado, una madre viviendo fuera del plano conocido, una esposa reclamando atención y aquel escritor, debatiéndose entre el presente y el mañana.

Bruno Ganz protagoniza la obra. La relevancia explícita a la hora de denominar a un actor Europeo. No solo es uno de los más importantes del tiempo contemporáneo, si no que a través de su medida actoral, conforma, sumando a su ángel inolvidable generado de la mano de Win Wenders, y la construcción de un Hitler despótico y controvertido, en “La Caída” (2004), la más encomiable actuación de su carrera, en un personaje que prenderá de raíz en nuestro interior y sentimientos.

Isabelle Renauld, Fabrizio Bentivoglio, y el pragmático pero emotivo niño Achilleas Skevis, conforman esta visión real de todo aquello que surge del alma, tarde o temprano.

El leitmotiv situado y generado con excelencia por la instrumentista Eleni Karaindrou y la fotografía construida por Yorgos Arvanitis y Andreas Sinanos, de planos secuencia grandísimos y con el toque justo de narrativa visual, coronan este trabajo que tocara nuestras más íntimas fibras, a través de su dosis surrealista y en extremo realista, de combinaciones simbólicas únicas.

Todo se sucede en un solo día.
Y como su protagonista, siempre bregamos por buscar el mañana.
¿Y qué es el mañana?
Tal vez será la eternidad.
Y un día.


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