El Irlandés – Opinión

El Irlandés – Opinión

Frank Sheeran (Robert De Niro) vive el sueño americano: una vida digna, una familia nuclear y un buen trabajo para los años 50s.

Para un repartidor de carne, un jamón no debería marcar la diferencia, sino hasta que descubrimos el valor de un camión completo en las manos correctas y, detectamos el interés de Frank en una mejor vida económica.

“𝘌𝘭 𝘱𝘳𝘰𝘣𝘭𝘦𝘮𝘢 𝘦𝘴 𝘲𝘶𝘦, 𝘤𝘰𝘯 𝘮𝘢́𝘴 𝘩𝘪𝘫𝘰𝘴, 𝘯𝘦𝘤𝘦𝘴𝘪𝘵𝘢𝘴 𝘮𝘢́𝘴 𝘥𝘪𝘯𝘦𝘳𝘰”

Decía Frank en medio del bautizo de su hija. Entonces, justificamos nuestras decisiones desde la teoría de Hobbes? en que, nuestro egoísmo nos presiona a salir victoriosos, así tengamos que matar y tengamos que corromper la ley con tal de poner ropa y comida en la boca de nuestros hijos?. Eso queda en nuestras entrañas hasta que tenemos la situación enfrente, asi que conocemos la respuesta.

Desde poner el seguro al camión de carnes, hasta ser representante regional del sindicato de camioneros, hay un largo trecho de balances éticos en los cuales, como efecto bola de nieve, la vergüenza se convierte en descaro.

Caso opuesto a Walter White, quién escala en un punto culminante en admitir que, su familia era importante, pero ser el mejor en en el mundo del crystal meth, era su motor. (Lo cual es buen material para explotar eventualmente)

No entremos en política a fondo con Jimmy Hoffa, pero hagamos mención honorífica en que, aprovechamos influencia y poder una vez que caen en nuestras manos, lo cual es natural, ¿a quien no le gusta un poco de reflectores y caos en su vida?, pero aunque sea de una producción cinematográfica, podemos inferir que el mundo no se construyó siendo un bonachón.

“El crimen nunca paga” es lo primero que pensamos al ver a Frank y a Russ tras las rejas. Después de una vida llena de lujos y caprichos, finalmente vemos a la justicia técnica caer sobre el dúo (con ayuda de un gobierno resentido), pero recordamos con una sonrisa de oreja a oreja que, fueron encerrados por cargos totalmente suaves e inocentes comparados su amenazante lista para “pintar casas”, de esta forma, Frank se lleva el botín de confesiones directamente hasta el asilo.

Finalmente, ponemos sobre la balanza el dilema moral, en que llega el momento indicado en la vida, y todos somos anti héroes. Claro siempre con el miedo de que nos cambien el vino por el jugo de uva bueno.

Escrito por Jorge Osvaldo Rodriguez Rodriguez

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