“El Demonio Neón” (Nicolas Winding Refn, 2016) es una película demasiado pretenciosa. Tanto como lo es el mundo que retrata, el de la alta moda y sus supermodelos, y sobre lo que algunas de esas hermosas mujeres son capaces de hacer para poder llegar a la cima y reconocimiento de su competitivo trabajo.
La película “El Demonio Neón” trata sobre Jesse (Ellen Fanning, realmente deslumbrante en su papel), una joven de 16 años que llega a Los Ángeles, California, para ser modelo.
No tiene experiencia en el oficio, nunca antes realizó nada al respecto, pero al contrario, fue congratulada con una natural e innata belleza. Al comenzar a hacer castings para fotografías y desfiles de moda, queda seleccionada por exclusivos diseñadores y fotógrafos; generando la envidia y los celos de otras modelos más reconocidas que ella.
Allí comenzará la pesadilla para esta indefensa muchacha pueblerina que solo quiere cumplir su sueño de ser admirada y amada por su hermoso aspecto exterior.
Pero no solo la admiración logrará infundir en otros, también el deseo, como mujer/figura etérea e inmaculada, casi virginal. Una maquilladora (Jena Malone), con quién Jesse entablara una amistad; cómo el conserje del hotel (Keanu Reeves) donde la joven vive, tendrán pensamientos lujuriosos con ella; ambos con resultados llenos de morbosidad y pecado.
La película se presenta como un oscuro cuento de hadas.
Es una especie de moderna y macabra adaptación de “La Cenicienta”, historia tan conocida socialmente por todos y acerca de otra joven que debe de tratar de encontrar su destino, muy a pesar de su belleza e inocencia.
Nicolas Winding Refn es un director danés con una impronta estética y narrativa muy interesante. Sus películas, entre ellas el grandioso neo-noir “Drive” (2013) nunca pasan desapercibidas; y siempre se nota su inquietud y personalidad en cada una de ellas.
En el caso de “El Demonio Neón”, su película dirigida en el año 2016 que hoy reseño; realidad y ficción se confunden en un sueño de características onanistas.
La simbología será muy marcada en una figura triangular azul y que parece representar el lado siniestro/demoníaco de la protagonista; a su vez víctima de su vanidad y narcisismo (en las muchas secuencias donde Jesse se mira directamente al espejo, se puede pensar indefectiblemente en el mito de Narciso).
Otro punto a resaltar es el gran impacto visual de “El Demonio Neón”; con referencias directas a las puestas en escena de directores como Stanley Kubrick (principalmente en la composición de los planos y su complejidad arquitectónica); David Lynch; Ken Russell o Alejandro Jodorowsky; sus imágenes son hipnóticas y magníficas.
El trabajo de la directora de fotografía argentina Natasha Braier es notable e impecable.
El uso de los espacios; de los cuerpos y las luces; principalmente enfocados en iluminados en gamas neón; junto con la música a cargo de Cliff Martínez y la cantante Sia; dan una impresión tanto barroca como onírica.
Son esas otras modelos, las colegas de Jesse. Vampiras de su propia inferioridad y sofisticación, criaturas anhelantes de la sangre y carne de la joven protagonista.
Si tenemos que clasificar en un género cinematográfico a “El Demonio Neón”, sería en el del terror.
Sin entrar en demasiados detalles, sus protagonistas, menos Jesse desde ya, que es un ser casi puro, verán resurgir sus más bajos instintos y maldad, en pos de lograr sus cometidos.
También se puede ubicar a está película como un Neo-Giallo, derivación del género criminal italiano Giallo, ese que brilló en los cines en la década de los años 70’; con enormes directores como Dario Argento y Mario Bava.
Donde la paleta cromática (en tonos rojos, azules y violetas) y la fascinación por los cuerpos y su sexualidad, fueron su razón de ser; igual que como le pasa a esta doncella moderna llamada Jesse.
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