Las historias de amores profundos marcan diferencias exactas a la hora de vernos reflejados a través de las paradojas, los intrínsecos vuelcos y giros que provocan las pasiones más profundas y viscerales del ser humano.
Las hay de modo pasional y extremo, las hay vinculares desde una concepción de profundidad de sentimiento, con maniqueístas percepciones de actos manipulantes, y las más livianas, mundanas y capitulares.
He aquí una historia de amor intrincada y nada común, de pasos de ajedrez en un tablero silencioso, con dogmas de vida establecido y sin concesiones a lo novedoso, dejando de lado el sentido humano de aquel motor vital que nos conduce a demostrarnos como somos.
Aquello invisible se conduce en todo el trabajo.
Existe algo a punto de estallar en todo momento, pero es tanto el ceremonial y la retórica de la alta sociedad y sus periféricos al servicio de sostener tamaños protocolos, que serán por todo medio posible ocultados, en nombre de» la vida real y el trabajo necesario».
El desarrollo del filme se sitúa en el Londres de la posguerra. El excéntrico y sistemático modisto Reynolds Woodcock y su hermana Cyril están a la cabeza de la moda británica, vistiendo a la realeza y a toda mujer elegante de la época.
Un día, el soltero Reynolds conoce a Alma, una dulce joven que pronto se convierte en su musa y amante. Y su vida, hasta entonces cuidadosamente controlada y planificada, se ve alterada por la irrupción del amor.
Y esa irrupción mostrara los costados más flacos del pragmatismo humano, la búsqueda frenética de la perfección laboral, no por una cuestión de dinero o fama, si no por aquello artístico que sostenga al modisto en un esquema de ego personal alimentado, y aquel desafió tan proclamado como la lucha contra uno mismo.
En el medio de tamaña lucha, la singular demostración de amor mediante lo conductivo de su vida, canal único para exonerar sentimientos.
Un amor dentro del ribete compañerismo – competencia va tensando el relato que como su estructura lo demarca, muestra desde silencios y absolutos formalismos, una historia diferente y sincera, con oscilaciones de modos graciosos y tortuosos, conducidos por su director y guionista, Paul Thomas Anderson, con la misma clase de estilo que demarca la atmósfera del film, atrapando el interés con cada movimiento de cámara a realizar, un realizador que caracteriza personalidades psicóticas y complejas como ningún otro en la actualidad.
La transición vital de un hombre sumido en su linealidad estructural casi como una fortaleza inquebrantable, una joven con rasgos adustos, pero que, con inteligencia y sutileza, que intenta responder a los embates de relación y no ser sometida, teniendo voz y participación en cada una de las situaciones a punto de estallar, y una retórica mujer, hermana del hombre en cuestión, que maneja con frialdad y estrategia todo el pequeño imperio logrado a través del trabajo constante y la creatividad.
Protagonizada por Daniel Day-Lewis, con su característico porte y recursos expresivos, construye una de sus más grandes actuaciones de uno de los más importantes actores de carácter del cine contemporáneo.
Vicky Krieps, y la inmensa Leslie Manville, actriz británica multipremiada por diversas obras de trascendencia, brindan el tono justo, la cadencia exacta a este melodrama de reflexión, nominado a 6 Oscars de la academia de Hollywood.
El amor de una mujer hacia un hombre y del hombre hacia su trabajo, en simetría justa y necesaria con los sentimientos humanos perdidos dentro de una estructura de maquinaria social establecida.
Los eslabones de aquel eterno ingenio sentimental, somos siempre nosotros mismos. Porque siempre hay una historia de amor en nuestro devenir, como una ilación invisible, que va bordando senderos de satisfacción o penar. Inexorablemente.
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Crítico cinematográfico especializado en Cine Argentino.
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