La humanidad está al borde de la extinción y deberá buscar un nuevo hogar en lejanas galaxias.
Esta es la premisa principal de “Instintos ocultos” (Voyagers, 2021); séptimo largometraje dirigido por Neil Burger, quien anteriormente lo hizo en la exitosa “Divergente” (2014), entre otras.
30 niños, de ambos sexos, son creados genéticamente y criados en un gran laboratorio con el propósito de ser enviados a una misión al espacio para hallar un lugar digno y apto para poder ser habitado por el hombre.
Durante la travesía, que tiene una duración de 86 años, los pequeños van creciendo; luego se harán un grupo jóvenes muy capacitados en diferentes áreas y autosuficientes; pero son controlados por el programa que los creó por medio de la toma de bromuro, una droga que los inhibe de tener cualquier sentimiento humano; ya sea deseo, amor u odio.
Dos muchachos de la tripulación, Christopher (Tye Sheridan) y Jack (Fionn Whitehead) descubrirán este secreto y junto a Sela (Lily-Rose Depp) dejarán de tomar la medicación destinada. Comenzando así a experimentar sensaciones novedosas, entre ellas la sexualidad, y desde ya contagiando al resto de sus compañeros.
Tras un accidente haciendo una reparación exterior a la nave, el líder y único adulto que acompaña a los jóvenes, Richard (Colin Farrell), morirá, produciéndose en la tripulación una rebelión anárquica, sexual y de lucha de poder, en figuras bien antagónicas, el bueno y el malo (Christopher y Jack).
“Instintos ocultos” (Voyagers, 2021) se basa ideológicamente y en su argumento en la novela “El Señor De Las Moscas”, escrita por William Golding en 1954. Esta historia es una extraordinaria e influyente fábula con toques filosóficos, donde se reflexiona sobre la juventud y la vida.
Una especie de alegoría política, principalmente cuando los jóvenes deciden dividirse en 2 bandos; unos más pensantes y tranquilos, otros más rebeldes y violentos. Esto ocupará un lugar destacable en la trama. El aislamiento, el control y la obediencia le son inculcados desde pequeños, con la ayuda de medicinas que aplacaran el efecto hormonal, entre otro, en sus impolutos organismos.
También se intuyen referencias muy marcadas a las distopías de George Orwell o filósofos como Thomas Hobbes, que opinaban que el destino del hombre era místico e inexplicable. Cómo dos grupos de jóvenes, de origen casi perfecto y programado, un buen día se enfrentan entre sí; experimentando violencia y contacto físico, en el escenario de una nave espacial colonizadora.
Estéticamente la película es impactante. Quizás este sea su mayor virtud. Eternos y arquitectónicos pasillos son filmados de forma magnífica, casi como una inflexión de geometría.
El director Neil Burger es fanático de la soberbia “2001: Odisea Del Espacio” (1968), dirigida por Stanley Kubrick; una de las mejores películas de ciencia ficción de la historia del cine y está su homenaje en los trajes espaciales amarillos que la tripulación viste; en el montaje vertiginoso y milimetrado.
El final de “Instintos ocultos” (Voyagers, 2021), que obviamente no voy a develar, tranquilos, nos invita a pensar sobre el ciclo de la vida, su propósito y proyección; sea en nuestro planeta o en otro cualquier punto de la galaxia.
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