Impresionista, postimpresionista, loco, indecente, polémico, sobrevalorado.
Los adjetivos para describir a Vincent Van Gogh son infinitos como su fama y popularidad, tanto, que han permeado incluso al mundo de la cinematografía en más de una ocasión. Aunque dentro de estos ejemplos existen notables despliegues dramáticos de potencialidades actorales. Es imposible pasar por alto “Loving Vincent” (Cartas De Van Gogh, 2017) de Dorota Kobiela y Hugh Welchman.
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“Más vale ser atrevido aunque se cometan muchos errores que ser estrecho de mente y demasiado prudente.”
Vincent Van Gogh
Una aportación artesanal (realizada con el esfuerzo titánico de más de 100 artistas) visualmente inusual que rompió toda barrera entre el mundo creado por la paleta de Vincent Van Gogh y los espectadores.
Desde la perspectiva de Armand Roulin, hijo del cartero de Van Gogh, observamos primeramente un periplo en búsqueda de madurez de parte del protagonista con el objetivo de entregar la última carta del pintor. Y finalmente, un esbozo de múltiples voces sobre la tormentosa y mística existencia de Vincent, sobre todo, al final de sus días.
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Con 94 minutos en su haber, “Loving Vincent” (Cartas De Van Gogh) pintada completamente a mano, es el metraje ideal para el cinéfago que busque un espectáculo anómalo.
Una experiencia extremadamente original con flashbacks a blanco y negro.
Rareza en cantidades industriales y enfrentamientos personales a la figura enrarecida de uno de los pintores más populares de todos los tiempos.
Me parece importante resaltar la presentación silenciosa del adorado hermano, Theo Van Gogh (perfecto mecenas). Más que nada por la relación predominantemente jerárquica entre la estabilidad hogareña/económica de Theo y la “locura” de Vincent.
Representada en aquella escena de foco selectivo en la cual un Vincent debilitado por las balas en el estómago es visto detrás de Theo, de pie en pro de la superioridad entre hermanos.
Así, durante el filme, es posible entender a Theo dentro de la piel de un guardián que sobrevive solo seis meses más a la muerte de su amado hermano.
En un juego de arte financiado, los hermanos transitan entre el amarillo incandescente y el rojo de grana cochinilla de la habitación de Arlés.
Mientras un galerista, dos doctores y muchos viejos conocidos arremeten contra la memoria de Vincent.
Entre los grandes planos generales y close ups a los entrevistados de Armand, dejamos de lado la vista testimonial de Vincent para explorar el acoso, el tabú de la enfermedad en ojos ajenos, la frustración, la pobreza y la vivencia bohemia dejada como estela por el artista incomprendido.
Eso sí, no espere, cinéfago, una historia cruda, sino un tributo; pues vale más, en este caso, la experiencia romántica animada que un fragmento realista de la verdad.
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“Mártir del arte”, “Loving Vincent” es clara al hacernos saber que el misterio importa poco, pues la valía viene en el fruto de conocer la obra de Vincent Van Gogh.
Un cuento irremediable con “sucesos inesperados” que observan, léase bien este punto, la naturaleza solitaria de un hombre que admiraba a los cuervos ladrones de almuerzos.
Es el correcto relato de un marginado hacia los nuevos marginados. El seguimiento del rastro agridulce de Vincent y su conversión hacia una sombra conocida a través de caprichos visuales que no buscan una narrativa impresionante. Sino la representación de una sociedad intolerante, hipócrita, incoherente y malagradecida. Encapsulada en personajes como la fanática religiosa y gendarme de la señorita Gachet (Saoirse Ronan).
Secretos a voces de pueblo europeo. Mentes unidas. Pasión desnuda. Negligencia. Teorías paranoides. Correspondencia obsesiva y una “insondable soledad vacía” de una “no entidad” conforman esta historia que se siente justo como la secuencia de Vincent observando su reflejo en el agua: turbio, dubitativo, romántico, idealista e inestable.
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“Loving Vincent” (Cartas De Van Gogh, 2017), un producto melancólico con visos técnicos apantallantes nacido del recuerdo del productor/producto artístico holandés, Vincent Van Gogh, queridos cinéfagos.
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