Muchas preguntas abordaron mi pensamiento y me preocuparon sobremanera luego de ver esta obra: ¿Cómo puede ser posible tal situación suceda en mi país? Cómo se puede ayudar a estas personas? ¿Cómo pueden “aceptar” que los gobiernos de turno actúen así?
Y de a poco se acercaron las nociones de observar, fuera de los contextos de lucha en tiempo real, como podré comprender tantas injusticias que cada uno de nosotros, en menor o mayor escala social, pudimos permitir.
En este trabajo muy bien logrado y centrado, Fernando Solanas sobrepasa las situaciones netamente políticas para mostrar las pequeñas victorias y las proposiciones de solidaridad que vienen del propio pueblo e intentar desde sus imágenes, comprender el compendio social de inescrupulosidad y corrupción.
La obra resulta ser una lección de vida absoluta que descubre el poder de resistencia de los más necesitados, de sostén social y la voluntad de un pueblo que quiere construir un nuevo país, denunciando los ribetes injustos de inequidad económica y social.
Solanas pasa a ser el ojo que muestra y demuestra cuál es su línea laboral: Mostrar la consciente realidad sin manipular la misma en un extracto de conveniencia más que la de ponernos en jaque como seres sociales, en cada fotograma del film en formato documental.
El mismo narra la historia de vida de siete personas integrantes de nuestra comunidad.
Siete “nadies” que tal vez hoy no sean recordados por su lucha, dentro de un mundo que fagocita la noticia y la realidad minuto tras minuto, pero que en su liturgia de modo de vida y modo de lucha, nos enorgullecerán de saber que ellos, son argentinos.
Un Motoquero, un docente de escuela pública, una familia que resiste desde su dignidad y desde su pobreza, una enfermera, un cura, y la historia de Lucy, de Winifreda, que se le planto de llano al poder judicial y a los latifundios terratenientes que pretendían neutralizar la vida de esta mujer luchadora y ejemplo de femineidad y estoicismo. Son relatos de solidaridad, pequeñas epopeyas contadas por sus protagonistas, héroes anónimos con propuestas colectivas que vencieron el desamparo y abrieron una puerta a la esperanza.
Una de las virtudes del director a lo largo de sus trabajos, es la de mostrarnos diferentes problemáticas que sintetizan bien la situación del país. Con este panorama, podemos darnos cuenta de la gravedad de las situaciones. Nos producirá rabia y bronca ver a hermanos y hermanas sufriendo injusticias, pero también veremos que hay esperanza y guiños hacia el sentir que algo puede cambiar. A través los sentimientos desencadenados por estos tristes retratos el documental toca directamente a los espectadores en el camino más transitado por el realizador: El de generar conciencia para efectuar el real cambio deseado.
Técnicamente este trabajo posee el lineamiento del Cineasta, brindando suma importancia al trabajo de edición y montaje, al relato en off que dispara de modo artero frases y reflexiones para que hagan mella en nuestro interior, y a la música, generada por Gerardo Gandini, gran músico y colaborador en diversos trabajos del Argentino, construyendo un lay motive interesante y de profundidad.
Ayer Pino se marchó a poner su ojo a través de una cámara, a otro plano. Y en aquel desconocido lugar, de modo seguro, continuara denunciando la corrupción (que de seguro también existe) e intentando preponderar el concepto humano en su máxima expresión.
Todos aquellos que amamos y revalorizamos su obra, sabemos que fuimos espectadores de su visión exacta, de su honestidad intelectual, política y moral. Ni seis disparos del furibundo poder político y económico pudieron acallar su voz, allá a mediados de los 90`.
Gracias le doy a la vida por haber sido parte, siendo un nadie más a integrar en mi ser la sumatoria de conocimiento en el camino de lograr el sueño de Pino: Una Argentina justa, libre y soberana.
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Crítico cinematográfico especializado en Cine Argentino.
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