Si nunca viste la serie norteamericana Lost (algo que te sugiero rectificar inmediatamente) es probable que esta sea la primera vez que veas al actor Jorge García, el protagonista de Nadie sabe que estoy aquí. Si, por otro lado, eres parte de la legión de fanáticos de esta serie, lo reconocerás de inmediato, ya que por seis temporadas García fue el responsable de encarnar a Hurley, uno de los más entrañables personajes de dicha serie.
Desde que Lost terminó en el 2010, García tuvo contadas apariciones en otras series norteamericanas que no tuvieron ni la mitad del impacto que tuvo su rol como Hurley. Por un momento, de hecho, parecía que su rol en Lost sería el único rol trascendental que tendría el carismático actor de ascendencia cubana y chilena. Es realmente un gusto haber constatado, tras ver esta película, que García encontró por fin otro rol que le permitió brillar con tanta intensidad como lo hizo en Lost. Y es que si hay algo que demuestra su actuación en esta película es que el voluminoso actor aún tiene mucho por ofrecer, y que su magnetismo y carisma frente a la cámara siguen intactos.
Nadie sabe que estoy aquí cuenta la historia de Memo, un muchacho con un talento espectacular para el canto que, tras un evento traumático ocurrido en su niñez, termina viviendo de forma aislada en una isla al sur de Chile junto a su tío, un rudo pero noble hombre que se dedica a criar ovejas y realizar comercio con sus pieles. García interpreta a la versión adulta de Memo, un hombre excesivamente huraño, tímido e introvertido que mantiene oculto su enorme talento; al menos hasta que conoce a Marta, una humilde y dulce chica con quien Memo inicia una tierna amistad que resulta ser crucial durante los momentos de adversidad que inesperadamente se le presentan.
Nadie sabe que estoy aquí es una película sumamente lograda, lo cual es especialmente aplaudible considerando que es el debut directorial del chileno Gaspar Antillo, quien no solo dirigió la cinta, sino que escribió el guión de la misma también (en colaboración con Enrique Videla y Josefina Fernández).
Su principal acierto, en mi opinión, es que logra ser realmente conmovedora sin caer nunca en sentimentalismos baratos ni clichés. En esta película lo conmovedor es la trama, que en lugar de centrarse en el evento traumático que cambió la vida de Memo por completo, profundiza en los efectos psicológicos que dicho evento tiene en su vida adulta. Antillo filma con mucha sensibilidad a Memo, un personaje al inicio desconcertante pero que se gana nuestra simpatía conforme vamos descubriendo más de él y lo que sufrió de niño.
El film es visualmente muy estético también. Hay tomas realmente espectaculares que intensifican el estado de aislamiento en el que vive Memo, secuencias muy originales que bordean lo surrealista que muestran su frágil estado mental, y encuadres muy bien conceptualizados que no solo revelan mucho del mundo interno de los personajes, sino que generan una reacción emocional inmediata.
Finalmente, las actuaciones son igual de destacables, en particular las de García y Millaray Lobos (quien interpreta a Marta), quienes con relativamente poco diálogo hacen que sus personajes sean cien por ciento creíbles y, por lo tanto, memorables.
En resumen: Gaspar Antillo hace que esta película se sienta como un viaje; un viaje melancólico, tierno y visualmente atrapante ante el cual es imposible ser indiferente, y tras el cual no somos los mismos, tal como sucede con los viajes que tomamos en la vida real. Altamente recomendada.
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Bailarín, escritor, profesor de inglés, intérprete consecutivo a tiempo parcial y cinéfilo a tiempo completo.
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