Luis Buñuel es conocido por muchos como el padre del surrealismo cinematográfico pues exploró más allá de este movimiento artístico.
Ahí, en el gran Olimpo de cineastas, en donde bien podemos encontrar a figuras como Alfred Hitchcock; Stanley Kubrick, Akira Kurosawa, o a Ingmar Bergman, destaca el nombre de Luis Buñuel, un realizador de origen español que en el transcurso de casi 50 años de carrera supo transgredir e imponerse como una de las mentes más privilegiadas del siglo XX.
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Nacido en una región lejana de España, Buñuel creció con una estricta educación católica, y aunque desde su adolescencia mostró rechazo a profesar con esas creencias.
Nunca quiso desprenderse totalmente de ella porque encontró una cierta fascinación en cómo esta institución persuadía a miles de personas y formaba parte del poder político de su país.
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Sin ese acercamiento indispensable sería imposible ver hoy en día obras como “Nazarín” (1959) o “Viridiana” (1961) donde Luis Buñuel reflexiona sobre la intromisión fáctica de un orden que continúa presente.
Sin distinción de alguna de sus etapas en México o en Europa, es constante ver en las películas del cineasta español una curiosidad por explorar la parte más erótica de las personas; pues para él este tema se presenta en mayor o menor medida en cualquier etapa de la vida y nos ayuda a entender nuestra intimidad y colectividad.
“Ensayo De Un Crimen” (1955), su comedia negra mexicana, brilla por la obsesiva relación que ve Archibaldo de la Cruz (Ernesto Alonso) entre la muerte y el sexo; dos acciones que según él, son su verdadero yo.
En otro caso como “Belle De Jour” (1967), la encantadora veinteañera Séverine (Catherine Deneuve) decide darle un nuevo significado a su juventud y sexualidad rompiendo con su esquema de perfecta y tradicional esposa.
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Luis Buñuel también será recordado por su peculiar crítica a la clase burguesa y todo lo que se asociará a ella. En su obra los sometió a toda serie de situaciones para que él y los espectadores se divirtieran de sus fragilidades y ridiculeces.
Por ejemplo, dos de sus más importantes trabajos “El Ángel Exterminador” (1962) y “El Discreto Encanto De La Burguesía” (1972); los cuales abordan cómicamente la ruptura de toda etiqueta o moral de los ricos mostrándolos como seres perversos y ambiciosos que aunque sean minoría han ocupado muchas tácticas para legitimar su poder.
Hablando de esta última película, en 1973 Luis Buñuel recibió un Premio Óscar en la categoría de Mejor Película de habla no inglesa; mismo que siempre menospreció, por lo tanto, no fue a recibirlo. Tiempo después se tomó una foto disfrazado para que nadie lo reconociera con “esa cosa”.
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Contrariamente, el cineasta tuvo un trato más flexible con los reconocimientos que se hizo en festivales como Cannes y Venecia; aunque siempre tuvo sus reservas con el glamour que se desprende de este tipo de eventos, era un hombre sencillo y se sentía cómodo así.
Finalmente, a Luis Buñuel se le puede aprender su gran habilidad técnica y conocimiento del quehacer cinematográfico, pero sobre todo, su papel como un autor que desafió las normas de la industria y de la sociedad.
Para así tratar de buscar la verdad y de expresar su inconformismo de la decadencia que se aproximaba cada vez. Él mismo hizo la invitación a futuros cineastas a provocar constantemente por medio del cine, y esa fundamental lección debe aplicarse sí o sí.
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