¿Qué tienen en común Nina Simone, Bessie Smith, Ella Fitzgerald, Charlie Parker y Thelonious Monk? Que todos ellos fueron tocados por la varita del dios del jazz.
Se convirtieron en grandes estrellas del género de la síncopa (según la RAE, el enlace de dos sonidos iguales, con la distinción de que uno es débil y el otro fuerte). Después de ver “La Madre Del Blues” (Ma Rainey’s Black Bottom, 2020), ya no se puede hablar de estos mundos donde habitan las trompetas, los pianos y las voces que desgarran el delicado velo del amor, sin mencionar a la gran señora, a la ruda e intransigente Gertrude Malissa Nix Pridgett Rainey.
Mejor conocida como Ma Rainey, una dama cautivadora que volvió a la vida en la piel de la ganadora del premio Oscar, Viola Davis.
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En “La Madre Del Blues” podemos seguir la rutina habitual, para grabar algunas canciones, que tenían Ma Rainey y sus músicos. Entreverada con 3 grandes tópicos que nos llenan la mente con varias reflexiones interesantes.
Uno de estos temas base es, evidentemente, la discriminación hacia la comunidad afroamericana, reflejada en esa actitud áspera que la protagonista utiliza como defensa ante estas expresiones racistas, al igual que los géneros musicales a los que recurre para afrontar la falta de visibilización de toda una comunidad en el mercado yanqui de entretenimiento.
Si se investiga un poco la vida y obra de esta mujer, podemos encontrar datos interesantes sobre la pertenencia de Ma Rainey (Viola Davis) a la comunidad LGBTTIQ+ de su época, cosa que ya es un hito en sí mismo, considerando que hablamos de los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX.
Auxiliaba bailarines y coristas, miembros de esta colectividad que eran vejados por una gran parte de la población estadounidense intolerante y absurda (rechazo y odio que aún persiste en el país de “las libertades y la democracia”).
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Y entre todas estas injusticias sociales, nos enfrentamos al último punto de esta trimurti de tópicos medulares: Dios.
El espiritualismo se hace presente en los diálogos entre Levee (Chadwick Boseman, QEPD) Toledo (Glynn Turman) y Cutler (Colman Domingo), sobre la pérdida de la esperanza de un sector poblacional marginado; estas conversaciones viajan entre el escepticismo, el orgullo, la cara azarosa de la vida, el conservadurismo, la ambición y el amor.
Son charlas constantes entre la madurez y la inexperiencia, entre la inocencia y el realismo, discursos que le reclaman al Dios de los blancos por permitir tanto dolor; intervenciones que blasfeman y retan ya no solo a Dios, sino a los otros, a los ciudadanos de primera categoría (ante los ojos de la opinión pública).
En algún momento las demandas viran e impactan directamente en la conciencia de una sociedad indolente, inmutable, desinteresada y, sobre todo, cruel, que continúa actuando en nuestros días bajo estos preceptos de superioridad, encapsulados en casos mediáticos como el de George Floyd en 2020, que desató una oleada de levantamientos en pro de la dignidad y el respeto a todas las formas de vida, cuestionable, en un país de racismos ambivalentes, que pueden estallar tanto en una conversación “inocente” como en las detenciones policiacas violentísimas.
La música y la ambientación de “La Madre Del Blues” (Ma Rainey’s Black Bottom, 2020) resultan en una película de cierta chispa interesante (teatral, claro está) que me parece, más bien, necesaria para aperturar conversaciones controversiales que intentan sacar la podredumbre de un tejido social norteamericano, que ha pecado de hipócrita en innumerables ocasiones.
Llévate el Soundtrack original de la película AQUÍ.
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