En 1965 se convocó al Primer Concurso de Cine Experimental; donde quedaba manifestado el gran talento de futuras promesas en la dirección, guionismo y la actuación.
Uno de los trabajos más recordados de esa edición fue “Amor Amor Amor”, un tríptico de cortometrajes que reflejan visiones poco convencionales de ese sentimiento.
Los años 60 del siglo pasado se vieron marcados por una serie de cambios políticos, sociales y culturales. La Nouvelle Vague fue el impulso para que los jóvenes impulsarán la renovación del cine en su forma de verse y hacerse. En el panorama mexicano, los viejos sindicatos limitaban la incursión de nuevas caras en la industria y escaseaban las buenas y originales historias.
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LA VIUDA
Iniciamos con la historia de Leonor, una viuda que ha jurado en la tumba de su difunto acompañarlo por 48 horas; mientras que afuera del cementerio, se asigna al centinela Juan; para que cuide el cuerpo de un guerrillero ahorcado para que ninguno de sus seguidores le dé un entierro digno; ambas historias se entrelazan en una noche donde ambos están solos con su respectiva encomienda.
Este cortometraje está dirigido por Benito Alazraki, el más experimentado de los 3 cineastas; pero a pesar de ello, le da un tratamiento fresco a su historia al igual que sus colegas.
Los personajes tienen un romance instantáneamente perverso y un tanto entendible, aunque son personas ambientadas en los tiempos de la revolución; sus diálogos y comportamientos reflejan a una juventud que buscaba abrir el debate sobre la sexualidad y la sociedad.
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LOLA DE MI VIDA
Este segundo cortometraje está dirigido por Miguel Barbachano Ponce, y protagonizado por Sergio Corona y Jacqueline Andere; cuenta la llegada de Lola a la Ciudad de México para colocarse como trabajadora doméstica en una elegante casa. Durante su camino conoce a Celso, un tamalero ambulante que inmediatamente trata de conquistarla; las envidias de las demás empleadas de la mansión afectarán drásticamente a la joven provinciana.
“Lola De Mi Vida” de “Amor Amor Amor”, toca temas bastante importantes como el deseo sexual, el secuestro, la pobreza y las inseguridades del interior.
Durante los primeros minutos vemos a Lola muy temerosa de la ciudad, se ve pequeña en comparación de todo y de todos. En el segundo acto tendremos un caso muy particular; que expone cómo desde esos años la diversidad sexual tenía que ser visible en el cine como signo de cambio en la sociedad; mientras que la última parte muestra una lamentable situación que se repite hasta el día de hoy.
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LA SUNAMITA
El tríptico cierra con el trabajo de Héctor Mendoza, cuenta la desventura de Alicia, una joven que es llamada por su viejo tío para que le acompañe en sus últimos días de vida. Pero este además de compartir sus secretos, le hará una proposición fuera de lo común.
Las similitudes de la historia y del tratamiento de personajes con “Viridiana” (1961) de Luis Buñuel, nos habla de la influencia que tuvo el cineasta hispano-mexicano en los directores que surgen en la década de los 60.
Es curioso ver aquí una sátira crítica a muchas cosas: a la iglesia; al matrimonio; a la vida rural; la individualidad; prácticamente a todo, como si todo lo vivo o creado fueran imperfecto.
La película se construye a partir de la necesidad de ver al amor como una respuesta a un impulso que escapa de toda lógica; moralidad; o de situación 100% libre de imperfecciones.
Una mirada diferente e innovadora que marca ruta para lo que fue la Segunda Época de Oro del Cine Mexicano.
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