“De pronto, y aunque la luz que me alumbraba era muy débil, pude ver cómo se abrían los ojos de aquella criatura”
Frankenstein, Mary W. Shelley
Un remedio danés e infalible para el mal moderno.
Después de apreciar los 47 minutos que componen “Casi Humanos” (Almost Human, 2019) perdí todos los fragmentos resultantes del estallido de mi corazón. Desde la secuencia inicial, sabemos que, lo que tenemos ante nosotros, no es otro documental conformista, sino un intento sólido por develar la naturaleza humana.
Así, con la maravillosa voz en off de Stephen Fry y los testimonios apabullantes de algunos expertos, el metraje nos induce a una visión general de los conflictos, dando a entender que todos los humanos estamos conectados, como átomos, y que nuestras acciones repercuten en la vida de cada uno de los millones de habitantes de la Tierra.
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“Casi Humanos” (Almost Human) señala, en realidad, el pasado no es un ente externo a nuestra piel, sino un componente interior, que vibra en la sangre de los habitantes del planeta.
Bajo esta línea, en la que todos somos un solo ente, en la que existe una gigantesca simbiosis humana; podemos comprender que todos hemos emprendido las mismas industrias, cruzado las mismas fronteras y peleado las mismas batallas.
De este modo, se presenta ante nosotros una antología que tiene los límites desdibujados y que va de las hecatombes que ha provocado nuestra soberbia. Es, también, una demostración tajante sobre el arte humano de violar los límites y las fronteras (en ciertas ocasiones es un acto liberador, pero en otras, es un suicido engreído).
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“Casi Humanos” utiliza metáforas bastante hirientes (mezcladas con la extraordinaria fotografía).
Como aquella en la que comparan a la humanidad con ratas en el mar, incapaces de escapar de la red global y los nexos que también describió el sociólogo francés Pierre Bordieu, a través del concepto de capital social, con el que se da contexto a nuestras relaciones y acuerdos y al valor que estos tienen.
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Y no se podía abordar el tema de la creación de parte de las manos humanas, sin hablar de Frankenstein.
Un libro con el que explican que nosotros somos la tecnología porque la usamos la mayor parte del tiempo; que estamos embarcados en una constante búsqueda de justificaciones para nuestros errores, que mentimos para proteger; pero sobre todo para protegernos, que eventualmente tendremos que hacernos uno con nuestras creaciones; dejando que sean parte de nosotros y siendo nosotros, a su vez, parte de ellas.
Es así, que este documental devela su mejor alegoría: la que cita al mito del laberinto y el minotauro.
Ese minotauro que nos obliga a jugar a ser Teseo, y que tanto ambicionamos matar para terminar con los problemas que se suscitan; fuera de las paredes asfixiantes de aquel estandarte de la confusión y que es un monstruo con todas las letras.
Pero que sea un engendro no significa que sea uno cualquiera. Al contrario, es un endriago con una sola particularidad que lo hace el ser más aberrante del planeta: fungir como espejo de la naturaleza humana.
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Así culmina este documental (sin lugar a dudas uno de los mejores que se produjeron en la década pasada).
“Casi Humanos” (Almost Human, 2019) hace referencia a obras de arte y síndromes que en nosotros se manifiestan tras estar expuestos a su belleza; que critica nuestras creencias generalizadas con detalles ovejunos, que nos pone a prueba; que hace que mi mente viaje hacia esa vela que iluminaba pobremente la cara de Víctor Frankenstein, y que a mis ojos; asemeja aquellos destellos de racionalidad que impactan nuestro interior en el momento en el que creamos nuestros propios monstruos.
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