Los mitos y leyendas, son casi transversales a las diversas culturas alrededor del mundo. Con costumbrismos y diferentes pautas, siempre apuntando a la eterna lucha entre el bien y el mal.
De un mito universal trata “Nazareno Cruz Y El Lobo” (1975), tal vez uno de los más importantes de nuestro cine de todos los tiempos, representación exacta de un arte cuidado y simbólico.
Son varios los relatos novelísticos de trascendencia en los cuales el lobo; posee una dimensión supra terrenal que lo convierte en instigador casi sobrenatural de males, entre lunas llenas, conjuros y maldiciones.
Un cuento desarrollado entre brujas sabias, ni tan buenas ni tan malas; Mandinga de impronta efectiva y pulcra; de deseos exteriorizados fuera de miedos; de pureza femenina e inocencia tardía, en el concepto romántico que busca su costado más elevado para desarrollarse.
Desde sus primeras imágenes, secuencia de a caballo y por un rió, al mejor estilo del grandioso director alemán Werner Herzog, aquel de la cámara en mano en el medio de la selva. Esta épica nacional abre un nuevo sendero en el matiz sencillo e intrincado a la vez, que desarrollo a través de todas su obras el director Leonardo Favio.
“Nazareno Cruz Y El Lobo” cuenta la historia de Nazareno Cruz, campesino conocido en su pueblo por ser el séptimo y último hijo varón de su padre.
Este hecho hace suponer que Nazareno es víctima de la maldición del Lobizón, y que en las noches de luna llena se convierte en un lobo feroz y al acecho de los desprevenidos. A pesar de este temor, Nazareno vive feliz y no se preocupa por las leyendas.
Cuando está por cumplir la mayoría de edad, conoce a una muchacha llamada Griselda, y juntos se enamoran.
Poco tiempo después, Mandinga, el mismísimo Diablo, se presenta ante Nazareno y le explica que su maldición es cierta, y por lo tanto en la próxima luna llena se convertiría en Lobo.
Adaptación libre de una afamada obra de radio teatro generada por Juan Carlos Chiappe, este film resulto ser uno de los más taquillero de la historia de nuestro cine.
Se convierte en un fenómeno masivo mediante su atractivo argumento y los ecos siempre efectivos de la literatura de transmisión oral y una estampa rural campesina donde la dura vida colectiva tiene lugar entre supersticiones y creencias locales. Se manejas arquetipos atemporales en el trabajo que abren un abanico de surrealismo impactante y cadencioso.
Nazareno entre el cielo y el infierno.
Y un Favio diagramando con matices exactos su visión mitológica nacional de lo extraño y metafórico.
El elenco de “Nazareno Cruz Y El Lobo” solidifica la estructura de la adaptación grandiosamente lograda por Jorge Zuhair Jury y el mismo Leonardo Favio.
Juan José Camero como el lobizón enamorado, mostrando quizás su máxima labor actoral. Marina Magali como la enamorada, que de modo silencioso representa su rol, puesto que su extrema belleza habla por sí misma. Y un gigante Alfredo Alcón, actor de actores, como el Mandinga, que desde las tinieblas representa el poder maléfico como nadie en la historia de nuestra cinematografía.
Completan el elenco dos inmensas de la escena nacional: Elcira Olivera Garcés, y Nora Cullen, en una actuación breve pero contundente e inolvidable.
Técnicamente está realizada con el estilo Leonardo Favio de profundos primeros planos, travellings y paneos; correspondidos por cuerpos y elementos naturales; su colorido y espectacularidad; como así su montaje; dirección de fotografía; y el collage musical que va desde lo popular de Pedro Pablo García Caffi, encargado de su banda de sonido, hasta el Rigoletto de Verdi.
Todas estas virtudes juntas delinean un producto que excedería tiempos y distancias, convirtiéndose en un icono de nuestra cultura nacional.
Saliendo de lo tradicional de un comentario cinematográfico, dejando de lado aquellos aspectos técnicos e informativos, esta película se convirtió en un sentimiento en lo personal, que aún perdura en mí.
Mi madre, admiradora incondicional de Favio como cineasta, cantaba aquella hermosa melodía, aquel tan acertado leitmotiv llamado «Soleado» y el mismo trae su presencia etérea cada vez que la escucho o tarareo.
Tan importante resulta el séptimo arte, carril de evocación y formación, que cuando un producto se construye con sentimiento, deja huellas profundas e inolvidables.
«Yo también, si él quisiera, me repartiría como un pan de amor entre la gente» sostiene Mandinga en el último tramo del film refiriéndose a su antagónico morador en lo celestial…
En «Nazareno Cruz y el Lobo» (1975) no existen buenos ni malos, ni entidades abusivas, ni grietas ni prejuicios.
Existen avatares humanos y semihumanos; demostrando a través de la imagen que todo resulta ser, a través del intrincado, sencillo y complejo a la vez sentimiento del amor.
Y Favio, conocía muy bien aquel sentimiento.
El director resultó ser arquitecto del nuevo cine Argentino; tal vez casi sin quererlo a través de la devoción que deposita en cada fotograma que realizaba de manera casi artesanal, emitiendo más allá de tecnicismos, su más claro sentir.
Síguenos para más noticias, artículos y reseñas sobre el séptimo arte. Puedes comprar esta película AQUÍ. Si te gustó este artículo probablemente disfrutes leer: El Bonaerense – Reseña. O tal vez: Bajo Bandera – Reseña.
Crítico cinematográfico especializado en Cine Argentino.